lunes, 29 de febrero de 2016

LOS SALVAJES AÑOS SETENTA (2016)

Nos trasladamos al Nueva York de los años 70 gracias a la nueva apuesta de la cadena HBO. El mítico director Martin Scorsese regresa al mundo televisivo junto al cantante de los Rolling Stones, Mick Jagger, como productor, y el guionista Terence Winter. Un equipo inigualable que presenta “Vinyl”, una serie que va a dar mucho de qué hablar en los próximos tiempos. Con un capítulo piloto que bien podría haber sido una de las mejores películas del cineasta, sobre todo, por sus casi 2 horas de duración, la historia nos lleva directos a la discográfica American Century. Su dueño, Richie Finestra (Bobby Cannavale) debe decidir si permanece al frente de una compañía al borde de la quiebra o la vende por una suma realmente cuantiosa a la famosa Polygram holandesa. Richie piensa retirarse para estar con su familia, un deseo que anhela su esposa Devon (Olivia Wilde), que intenta ayudar constantemente a su marido para que no vuelva a caer en el mundo de las drogas.

Hace 10 años que Richie descubrió su talento para la música, un universo del que sigue disfrutando y sacando el máximo partido, pero la rutina en la empresa cada vez es más inestable. Sus cazatalentos siguen buscando nuevos grupos a los que lanzar, pero no parecen dominar un trabajo para el que Richie ha nacido. Por desgracia, acaban de perder a Led Zeppelin, ya que Robert Plant (Zebedee Row) ha descubierto que están siendo engañados por la compañía. Sin embargo, la joven Jamie Vine (Juno Temple), la secretaria, parece haber encontrado un gran filón en una banda un tanto descoordinada, The Nasty Bits, encabezada por el cantante Kip Stevens (James Jagger). Sin duda, a Richie no le quedan fuerzas para seguir al frente de American Century, pero todo cambiará con una extraña revelación que tendrá en uno de los conciertos de The New York Dolls.

Es un auténtico placer ver desfilar un sinfín de estrellas o escuchar hablar de ellas a lo largo de los 10 capítulos de los que consta esta primera temporada. Asistiremos a un directo de The Velvet Underground, en donde la cámara se recreará en Lou Reed (Connor Hanwick) y su compañera Nico (Kati Rediger), algunas charlas con un estirado Andy Warhol (John Cameron Mitchell) y su grupo de bohemios o las vivencias pasadas entre Richie y los comienzos de Otis Redding (Delius Doherty). Alice Cooper (Dustin Ingram), David Bowie (Noah Bean), Elvis (Shawn Wayne Klush) o John Lennon (Stephen Sullivan) estarán presentes, al igual que Rod Stewart a través de un enorme poster en la sala de reuniones. El hilo musical de la oficina nos deleita a veces con míticas bandas como Slade y su inolvidable “Cum On Feel The Noize”, o, irónicamente, a los ABBA, a quien el sello rechazó.

Es una época en la que el rock sigue reinventándose para sobrevivir frente a las nuevas propuestas del punk, la música disco e, incluso, del revolucionario hip hop.  Continúa la experimentación, los vicios y excesos, pero también la creatividad, la oportunidad y la emoción. Todo ello queda reflejado a través de un ingenioso retrato de lo más entretenido y ágil, pero realmente apabullante por la gran cantidad de subtramas y personajes presentados. Winter es recordado por crear “Boardwalk Empire” (2010) o como uno de los guionistas de “Los Soprano” (David Chase, 1999), pero, en esta ocasión, Scorsese vuelve a contar con él tras su grata experiencia en “EL Lobo de Wall Street” (2013), película con la que se aprecian ciertos parecidos en cuanto a la dramática violencia en clave de humor mordaz y la espiral autodestructiva que toman ambos protagonistas. Precisamente, es en ello y en la profundidad que poseen los personajes lo que mejor explota el cineasta. Su autoría está presente en cada instante, aunque resulta más que evidente la presencia del cantante Mick Jagger. Y es que quién mejor que él para adentrarnos en el mundo discográfico de los 70, en ese glamour tan poco elegante, en tiempos de drogas, sexo, más drogas y más sexo, en donde se exploran los límites día tras día y la locura y la extravagancia son permitidas.

A partir de constantes flashbacks, asistimos tanto a los comienzos de Richie en la industria como a su aparente caída en el presente. Aquel camarero de ascendencia italiana encuentra su razón de vivir gracias a un joven Otis Redding y, con dinero en mano, logra crear un importante sello discográfico que empieza a consumirle, a obligarle a tomar decisiones egoístas y a prácticamente extirpar todo atisbo de la inocencia con la que en su día se inició en el negocio. Ambos hilos argumentales culminan en un final apoteósico conducido por escenas de pura adrenalina musical.

El gran éxito de “Vinyl” también reside en la espectacular y arrebatadora interpretación de un carismático Cannavale. Se trata de un personaje ambivalente, arrastrado por las situaciones que le obligan a abandonar sus buenas intenciones. Todo un antihéroe inevitablemente corrupto que sigue emocionándose con la música, viviendo por y para ella. Junto a él, destaca Wilde como ama de casa que intenta controlar a su marido para que no vuelva a consumir drogas o caiga en tentaciones con otras mujeres. Ella conoce ese mundo de primera mano y comprende las debilidades que posee Richie. Igualmente mencionable resulta Juno Temple, un dulce rostro que dispensa drogas de todo tipo y para todo aquél que acude a ella. Es una de las aportaciones más interesantes y que, de seguro, promete grandes momentos. P.J. Byrne, Ray Romano, J.C. MacKenzie y Max Casella, entre otros, forman parte del variopinto equipo de Richie, aportando grandes dosis de comicidad y facilitando el dinamismo de la narración.

El director mexicano Óscar Rodrigo Prieto, que también repite experiencia con Scorsese tras “El Lobo de Wall Street”, realiza un trabajo soberbio y minucioso repleto de detalles que contextualizan de forma brillante todo el universo que se nos presenta “Vinyl”. Los focos de múltiples colores, el humo sobre el escenario o los reflejos de las lentejuelas crean una atmósfera única de luces y sombras, de efecto retro y de una casi ilusión óptica. Sin duda, es toda una magnífica y realmente satisfactoria labor para Scorsese y los suyos. Confirmada ya su segunda temporada, es obvio que el autor y sus secuaces han creado un producto fantástico y de obligado visionado.

Lo mejor: la actuación impecable de Cannavale. El repaso a la historia de la música y sus estrellas.

Lo peor: se presentan todas las subtramas que construirán, al menos, la primera temporada de la serie. No obstante, tantos hilos argumentales y personajes pueden ocasionar cierto caos.


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