jueves, 10 de diciembre de 2015

EL PLACER DE LA HISTERIA (2011)

No hay nada como extraer curiosidades de la historia para escribir un guion y, precisamente, nuestro pasado está lleno de ellas, de acontecimientos desconocidos, de proezas que quedaron sobre papel mojado y de personalidades que nos ayudaron a evolucionar y que, sin embargo, no se les recuerda. Precisamente, la directora estadounidense Tanya Wexler realizó un tercer y, hasta ahora, último trabajo, “Hysteria”, para sacar a la luz la labor llevada a cabo por el doctor Joseph Mortimer Granville, considerado el padre del vibrador eléctrico. 

Nos trasladamos a Londres, año 1880, la época victoriana. La sociedad no tiene ni un solo conocimiento sobre la sexualidad femenina, considerada, sobre todo, como una enfermedad nerviosa en vez de un aspecto lógico de la naturaleza. Se denomina histeria a todo aquello que haga que la mujer se sienta agresiva, indomable, rebelde, es decir, todo lo que le provoque salir de su rol sumiso. No había medicación ni se buscaba una cura, puesto que el interés en este campo no llegaría hasta una década después. No obstante, existía el “masaje pélvico”, técnicamente denominado “paroxismo histérico”, que provocaba un orgasmo y, por tanto, la relajación y ausencia de ansiedad en la paciente. 

La cinta de Wexler nos lleva a la clínica del doctor Dalrymple (Jonathan Pryce), que se ha creado fama entre las mujeres de las clases más altas por sus técnicas de alivio. Él es un ejemplo de esos científicos conservadores que consideran la histeria como una enfermedad que crea agresividad entre féminas que deberían ser adiestradas. En la misma casa del médico, también conviven sus dos hijas, la cándida Emily (Felicity Jones) y Charlotte (Maggie Gyllenhaal), más independiente que su hermana y toda una luchadora por el progreso de la feminidad. En la consulta también trabaja el joven Mortimer Granville (Hugh Dancy), que empieza a notar los síntomas de utilizar demasiado su brazo para realizar la terapia, por lo que necesita buscar una alternativa para que no se resienta su salud ni el negocio de su jefe.

Stephen y Jonah Lisa Dyer se encargan de trasladar la idea original del escritor Howard Gensler para crear un guion que cumple con las convenciones de la comedia romántica. Bajo el telón de fondo de los deseos y anhelos de la mujer, la película se presenta como una interesante y atrayente propuesta por el cariz histórico que toma, puesto que la trama que desarrolla el romance no termina de arriesgar ni sorprender por su falta de profundidad y cierto convencionalismo. Obviamente, la cuestión sexual que nos atañe, ya de por sí, despierta el interés del espectador. Si a ello le sumamos las dosis exactas de la elegante comicidad británica y algún que otro gag protagonizado, en su mayor parte, por personajes secundarios, hace que “Hysteria” sea entretenida de principio a fin, pero, sin embargo, no termina de dejar ningún tipo de poso que haga memorable el trabajo de Wexler, quedando relegada a una simple simpatía por su extremada sencillez.

Independientemente de la pareja protagonista, la autora pone sobre la mesa el papel que ha jugado la mujer desde el siglo XIX. Desde su rol sumiso frente a la supremacía masculina, hasta la lucha por la igualdad con el derecho al voto o los avances científicos. Una necesaria reflexión que queda enmarcada en esta historia gracias a los personajes femeninos encabezados por una divertida Gyllenhaal que se muestra natural ante la cámara para dar vida a una sufragista que ve cómo su padre sigue un rol extremadamente convencional y es que la mente de Charlotte es demasiado progresista para su tiempo, por lo que es de las pocas jóvenes que se ha dado cuenta de que la histeria es un simple cuento creado por los hombres para justificar comportamientos que no entienden. Su derroche de vitalidad contrarresta con la pasividad del resto de papeles, pero, más importante aún, ella es la única que dice las cosas tal y como las siente, es original, bondadosa y defensora de las causas justas. 

Por su parte, Dancy se encuentra ligeramente apagado en presencia de la actriz, con quien, al menos, consigue conectar en las escenas más intensas. Un auténtico caballero inglés con gran inocencia y cierto toque de galantería seductora que contrasta con un doctor Dalrymple totalmente estereotipado. No obstante, Pryce realiza una sobresaliente labor al acercarnos a ese otro lado más tradicional de la sociedad, mientras que Felicity Jones encarna a un personaje de lo más plano e insulso. Entre los secundarios, cabe destacar principalmente la interpretación del conocido actor Rupert Everestt como amigo y compañero de piso de Granville y que, por fortuna, protagoniza algunas hilarantes escenas con gran naturalidad.

El afamado director de fotografía Sean Bobbitt lleva a cabo un trabajo que explota al máximo el lado histórico de la trama, profundizando en la elegancia y el encanto de la imagen y la gran variedad de tonalidades. La perfecta ambientación de época saca partido a las calles londinenses, mientras que los decorados se presentan con intensos contrastes que resaltan el intimismo de cada rincón. El compositor Gast Waltzing aporta su granito de arena con una banda sonora envolvente y delicada, que consigue resaltar la intensidad de cada momento.

“Hysteria” es dinámica, ágil, con interesantes y ocurrentes diálogos y un humor inteligente al más puro estilo británico. Mientras que su trama romántica deja entrever la previsibilidad de su final, marcado por los cánones del género, el espectador no dudará en centrarse en la vertiente más histórica, en donde, sin duda, se enfoca nuestra atención y es que resulta curioso ver cómo surgió la poco descabellada idea de fabricar un vibrador para la comodidad de las mujeres o, como algunos pensaban en aquella época, para aliviar los brotes de histeria que las hacía insufribles.

Lo mejor: el fabuloso hilo argumental y su contexto histórico. La naturalidad que despliega Gyllenhaal con un personaje tan atrayente.

Lo peor: Wexler ha preferido no arriesgar presentando un típico romance repleto de tópicos.



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