viernes, 31 de julio de 2015

EL MASOQUISMO DE LAS PALABRAS (2013)



Dos personajes que se acaban de conocer, un escenario de un solitario teatro y, por delante, un intenso casting para preparar el clásico literario “La Venus de las Pieles”, del clásico escritor austriaco Leopold von Sacher-Masoch. Una obra compuesta por un diálogo intensamente erótico, que entremezcla tensión sexual, sumisión y sentimientos en cada minuto del metraje. El veterano cineasta polaco Roman Polanski recupera el texto para un trabajo de título homónimo, junto al talento de los actores Mathieu Amalric y Emmanuelle Seigner.

Thomas busca a la actriz principal perfecta para una adaptación personal de tal magistral novela. Una vez terminada la audición con las aspirantes, se siente frustrado al no haber encontrado a la idónea pero, antes de recoger sus cosas para marcharse del teatro, aparece una apurada Vanda, que llega con retraso a la cita por un sinfín de contratiempos. Con su arrolladora personalidad y una cautivadora palabrería logra enredar al director para, poco a poco, mostrar sus dotes artísticas. Pese a que Thomas se muestra reticente en todo momento, al final se ve empujado por los encantos de una mujer que parece reunir todo lo que él buscaba.

El afamado autor repite fórmula encerrando a sus personajes entre cuatro paredes, tal y como hizo con su anterior película, “Un Dios salvaje” (2011). Igualmente, parece fascinado por mostrar ciertas dosis teatrales a sus últimas historias, pero, en esta ocasión, incluso el escenario se rinde ante tal capricho. En pocas cintas encontramos más suculento el desarrollo que el codiciado final y es que “La Venus de las Pieles” centra su interés en la interpretación de unos diálogos de gran intensidad, poderosos y fuertemente pasionales. Amalric, que recuerda al mismísimo Polanski en los tiempos en los que él mismo participaba en sus propios trabajos frente a las cámaras, encarna a un hombre sometido por el estrés del profesional del espectáculo, que se rige por un estricto horario en el que no se admiten cambios pase lo que pase.

Partiendo de esta premisa, resulta más que suculento ver cómo se ve arrastrado por los deseos de Vanda, una mujer de aspecto desaliñado que irrumpe en el patio de butacas como un huracán, rompiendo los inamovibles moldes de Thomas, el cual, incluso, llega a aceptar modificaciones sobre el texto al depositar plena confianza en ella. Una espléndida labor la del actor, que rezuma química sobre las tablas junto a su excelente compañera, que, por su parte, está más que capacitada para llevar la voz cantante en un largometraje verdaderamente arriesgado. Seigner saca adelante un complicado papel con múltiples registros que la lleva a ser vulgar, desquiciante, perturbadora, tierna, coqueta, bien educada, sensual y un largo etcétera.

El magnetismo del rol de dominante-dominado, que se intercala entre ambos constantemente, retrata de manera sobresaliente un juego obsesivo y placentero entre los mecanismos del masoquismo y sadismo. La sexualidad les lleva a experimentar con ellos mismos, sus límites y perversiones como forma de autodescubrimiento. La humillación consentida, el sometimiento y el gusto por ser despreciado nos transportan a una visión muy diferente de las relaciones de pareja y de la complicidad que va más allá del conservadurismo. Polanski dilata la tensión entre los dos y sobrepasa los límites del texto, con instantes en los que no sabemos si se representa la clásica obra o si el diálogo forma parte de su realidad.

El director Pawel Edelman repite experiencia, por quinta vez, junto al autor, con una puesta en escena realmente sencilla y con la total confianza del polaco, que, incluso, en una cinta tan invariable, ha sabido introducir su inigualable sello de identidad. El elegante uso de la iluminación nos encierra aún más en el antiguo teatro, focalizando especialmente a ambos actores y enfatizando su intimidad hasta tal punto que olvidamos totalmente en qué lugar nos encontramos. El compositor de moda, el francés Alexandre Desplat, colabora en este largometraje para poner la guinda del pastel con una banda sonora más que idónea y de la que es imposible no percatarse.

“La Venus de las Pieles” es diabólicamente ácida, sensualmente atractiva y obsesivamente parafílica, que consigue introducirnos en la historia desde el primer minuto, en el que Polanski ya nos conquista con el único fragmento en el que pisamos la calle, un travelling introductorio que nos dirige al teatro, donde tenemos cita para una embriagadora audición muy poco común.

Lo mejor: las actuaciones de Amalric y Seigner son sublimes, pero en sí, todo el trabajo realizado por el cineasta y su equipo es exquisito. El fantástico guiño dedicado a una de las obras más importantes del polaco dentro de su filmografía, “El Quimérico Inquilino” (1976), para el que reserva unos segundos con los que sus seguidores disfrutarán.

Lo peor: 96 minutos dentro de un teatro puede causar claustrofobia a más de uno.



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